El Legado de Noys Lambent

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Quisiera recomendar la lectura de El Fin de la Eternidad, de Isaac Asimov, de la que opino que es una novela redonda por muchos motivos.

Podría hablar del suspense. De los giros argumentales. De la credibilidad de Asimov respecto a cómo plantea la Ciencia Ficción. Su virtud por mostrar retales de varios mundos futuros perfectamente estructurados y funcionales, aún empleando la información justa. De lo bien que resuelve el manido tema de los viajes en el tiempo y sus paradojas temporales. Del increíble recurso narrativo que sabe sacar de la manga —excepcional y que pone la piel de gallina— inspirado en encontrar una vieja revista de la que, aparentemente, habría un llamativo anacronismo…

Pero no. 

Omitiré deliberadamente todos esos detalles para profundizar en la personalidad de Noys Lambent, quien me parece el mejor personaje femenino —con permiso de Milady de Winter, femme fatale y palabras mayores— que he leído jamás. Una súper fémina hasta el punto de decir que estoy platónicamente enamorado de un papel de tinta electrónica.

Adoro lo extremadamente rara, misteriosa e impredecible que es. Lo culta e inteligente, aunque sea perfectamente sabedora de hacerse la estúpida. De parecer una simplona.

Mujer de pocas palabras. De aparente candidez en extraña mezcolanza con una lucidez real. Me encanta que tenga ese punto de manipuladora.  Su forma de seducir y obnubilar a un hombre —que desearía aborrecerla— gracias a lo femenina y cariñosa que sabe ser, así como por lo claras que tiene las ideas.

Al mismo tiempo, por las descripciones que proporciona Asimov, siento que sería perfectamente capaz de percibir su maravillosa sonrisa, a la que sólo podía acompañar —inimaginable otra opción— por unos preciosos ojos, grandes y luminosos

Del tipo de sonrisas que, dedicadas a cualquier hombre, simple y mortal, generaría la sensación de nostalgia por intuir que sólo será un instante, y el impacto del olvido respecto a cualquier problema que exista sobre la faz de la Tierra; presente, pasado o futuro.

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Soy consciente que centrarse en un solo personaje para hablar de un libro es irse por lo cerros de Úbeda, más aún cuando ni siquiera es la protagonista principal. Pero que «El Fin de la Eternidad» sea de las mejores historias que he tenido el placer de leer sospecho que se debe expresamente a ella.

Noys alcanza la cota de lo sublime cuando reflexiona sobre la importancia que implica «permitir los fracasos de la Realidad», y cómo ésta sería la clave que nos hace crecer como especie. Enlazado a esto, El Fin de la Eternidad plantea una interrogante que quizás nos hagamos dentro de quinientos siglos: ¿el Hombre deberá centrar sus esfuerzos e investigación en el dominio de los tiempos o en el dominio de los espacios?

Que este libro sea considerado el «capítulo cero» de la llamada Saga de la Fundación, centrada en la Historia sobre la conquista del Universo, nos proporciona una pista sobre la apuesta del señor Asimov, así como la luz que para él llevaría implícita las palabras de Noys Lambent. 

Lambent… «Que brilla con luz tenue», en inglés.

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Photo: BigBoyDenis

4 comentarios el “El Legado de Noys Lambent

  1. Azo dice:

    Buenos dias Armand! Tú me lias ,eh? jaja
    Sigo con nuestro Martin, y ya me anoto a Noys..
    Para todo habrá tiempo.
    Me ha hecho sonreir la mencion a Milady…… Imposible separar ese nombre de la imagen de una Lana Turner ,absolutamente subyugante. jaja
    Y eso que hace la tira de años ,siglos más bien, que la vi. En la tele ,claro
    En fin. seré aplicadita :-)
    Un besazo y que tengas un buen viernes

  2. Armand L. dice:

    Hola Azo!

    No sé, pero quizá es que ahora toca una pequeña época de reseñas. O no reseñas, exactamente, sino ese ejercicio por hacinar el conjunto de cosas secundarias que al leer a uno le llaman y, por ser más o menos complementarias, nadie ha reparado antes. O casi nadie, creo.

    Hace un rato buscaba mensajes en una botella. Escribía “Noys Lambent” en Google para comprobar, contrariado, cómo nadie se fija en ella. Que de las primeras cosas que aparecen es precisamente esta entrada, de este blog.

    ¿Por qué?

    No lo sé. Igual es que sólo es cosa mía y ya está.

    Lo que sé es que “subyugar” —me encanta que emplees esa palabra con Milady, que igualmente casa tan bien con Noys— es lo que para mí trasmite Lambent.

    Ella simboliza a la mujer del futuro, nunca mejor dicho para su caso. Representa la dama de la que se ha perdido tantos siglos de protagonismo en literatura y de la que queda tantísimo por escribir.

    Dueña de sus silencios, quiere parecer sumisa e insignificante. Simplona y materialista en cualquiera de sus anhelos. Callada y timorata, como marca el canon de clásica protagonista secundaria.

    Pero prometo que desde la primera página en que hace acto de aparición que yo la veía venir. A mí no me engaña. Hay cosa seria detrás de su nombre y no te imaginas cómo, con tan poco, sabe romper en mil pedazos esa imagen de mujer que se limita a dar grititos —refugiada tras el héroe de turno— cuando sale cruz.

    PD: Algo de Milady tiene Noys… Un poquito, al menos. En cualquier caso algún día le ha de tocar el turno a la espía del Cardenal Richelieu, o este blog no tendrá sentido.

    PD2: Buen fin de semana y espero que te haya ido genial el punto y seguido! ;D

  3. ¡Hola!
    A mi también me fascinó este personaje.
    Cuando leí aquello de ‘Harlan, ¡hazme eterna!’ Me la imaginé igulamente ‘cándidamente mujer fatal’. Son de aquellas mujeres que sabes que dulcemente te ponen la soga al cuello y no puedes dejar de resistirte.
    Pero luego el personaje se va dejando descubrir, dejando a la vista una mujer increíblemente inteligente, segura, dándote cuenta que esa candidez tiene «dobles y terceros matices», pero aún así maravillosamente hermosa y al final, igualmente maravillosamente honesta.

    ¡Saludos!

    • Armand L. dice:

      Completamente de acuerdo, amigo. A mí la novela me pareció redonda en toda su ejecución, pero no habría ido un poco más allá, de cara al lector, si Asimov no se saca de la manga a toda una Noys Lambent, como así fue.

      «Mujeres de las que sabes que, dulcemente, te ponen la soga al cuello». Enorme.

      Un saludo de vuelta.

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