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Ginkgo Biloba es un fósil viviente. Probablemente el árbol más antiguo sobre la faz de la tierra. Técnicamente, al igual que muchas secuoyas, podría vivir eternamente.
El árbol de los cuarenta escudos ha sobrevivido a tiempos geológicos, a grandes extinciones y a guerras nucleares. Ha sobrevivido a incendios masivos, a sequías y a suelos pobres en nutrientes.
Se trata de una especie vegetal que surge por primera vez hace millones de años, cuando las plantas ganaron en eficiencia respecto a evitar las pérdidas hídricas, mejorando sus sistemas vasculares y de transporte; más aún comparativamente con los ancestrales musgos y hepáticas de entonces, los cuales eran los máximos exponentes que contribuían al incipiente éxito evolutivo del Reino Vegetal.
A diferencia de los mencionados, Briófitos, Ginkgo es una Gimnosperma, aunque hasta hace bien poco pensaba que se trataba de un extraño helecho, pero no: La realidad es que fue de los primeros árboles con semilla en habitar este mundo.
Y es por todo ello, por su fisionomía de extraña gimnosperma con particulares y pequeñas hojas palmeadas, así como su peculiar historia, que este árbol alcanza una dimensión legendaria:
Venerado por los budistas, estudiado por naturópatas, adalid de los bosques orientales, escondido en los parques botánicos europeos… Ginkgo es conocido como un ejemplo de resistencia y perseverancia. Como el “portador de la esperanza” en Hiroshima. Como el árbol sagrado de las pagodas.