Cuando observo bichos pienso en una mujer

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—Es paradójico que incluso un insecto me evoque su recuerdo —pensaba el hombre—; la mujer tiene una mirada muy llamativa.

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Dejando fluir sus pensamientos, se puso a recordar el tiempo que dedicó al estudio de la Entomología.

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—Sé lo suficiente como para hallar belleza en la biodiversidad. Y, sin embargo, jamás he visto, ni por asomo, siquiera la sombra de la magia que encierran esos ojos. Ni aún teniendo la posibilidad de contemplar a todo el reino animal, o me haya contado que esa mirada va a menos por ojeras de algunos sueños echados a perder. Ni por esas consigo encontrar algo que me conduzca a ella.

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El hombre insistía en tratar de captar, en la naturaleza y como quiera que fuese, una parte de esa belleza inherente a todo lo que rodeaba a aquellos ojos. Algo que lograse captar lo latente o su magia, en un instante.

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—Si persigo a una mantis de color verde, puede que esa fotografía consiga transportarla a su infancia, cuando las capturaba siendo pequeña. Pero no son mantis lo que persigo, sino el deseo de que ella ensanche su presente para que no piense más en el pasado. 

Si, por el contrario, ordeno mis pensamientos y recuerdo esa palabra que le gusta tanto, me viene a la cabeza un escarabajo de color turquesa. Mas ella es originalmente de Argentina, y mi tierra también queda un poco lejos de África, donde los coleópteros campan a sus anchas.

Por último, si me distraigo por el aleteo de aquella mariposa, considero que los lepidópteros son de los insectos más llamativos dentro del reino animal y que ella también lo es. Pero no sé. Una vez me contó que, durante algún momento de su vida, hubo algo que le cortó las alas con las que podía soñar el alcanzar cualquier propósito. Que , a diferencia de otros, ella no puede volar a ningún lugar.

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Y, así, llegando al instante en que el hombre ya no consideraba encontrar algo real, pasó a caer en sus fantasías por hallar esa imagen que supiese hacerle justicia.

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—Un animal que se encuentre más allá de los espejos… Más allá del tiempo perdido… Más allá de la más profunda de las voluntades que, en algún momento, acabó transformándose en una retahíla de sueños olvidados… En una falta de deseos.

Voy a ser optimista y pensaré que no es una quimera. Que no está en mi imaginación, sino que es algo real. Algo que, en cualquier momento, lograré plasmar en una fotografía.

Sentir antes que Pensar

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Esa mañana se topó con algo que es posible que significase menos de lo que él pensaba. No lo supo en aquel momento. Aún si fuese así, le volvió a recordar a esa mujer.

Una alberca con agua requería de cierta manutención: estaba repleta de hormigas. Hormigas con alas, que aún luchaban por sobrevivir de lo que la madrugada pasada fue una gran tempestad para un animal tan pequeño.

Había muchas, pero sólo captó su atención una de ellas.

Una que, siendo de las más pequeñas, se había quedado completamente aislada en un pequeño recipiente de cerámica. Luchaba por no ahogarse. Tenía las alas mojadas; probablemente rotas. Pero ella quería volver a volar.

No creyó, el fotógrafo, que sus ansias por volver a extender las alas fuese debida al deseo de querer ir a un lugar determinado y concreto. Viendo su perseverancia, no pensaba que la hormiga se preguntara si, probablemente, ya no le servirían. De hecho, estaba convencido de que aquel animal sólo se movía por instinto.

Quería salvarse porque así debía ser. Tratar de salir volando por la sencilla razón de que ella sí puede hacerlo. 

No pensó a donde ir, pero ese sentimiento la salvó. Le valió con ello para ser una pequeña hormiga que, aún siendo individual y más pequeña que la mayoría, se convirtiera en un ser completo por sí mismo.

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una

dos

tres

cuatro

cinco

seis

siete

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Al fotógrafo le hubiese gustado tirar un último fotograma: La pequeña hormiga desplegando sus alas, a punto de salir a volar.

Pero no tuvo tanta paciencia…

Ésa, la paciencia, la dedicaría a esperar a que el día menos pensado la mujer le contara qué se siente.

A la vieja escuela

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A los que NO ponéis cara de panoli para encuadrar a plena luz del día por medio de una pantalla LCD.

A vosotros, que guiñáis un ojo cuya visión fluye a través de un pentaprisma que os convierte en cómplices de la eternidad.

A los que hacen que el tacto de sus dedos jueguen con anillos de apertura y con anillos de enfoque. Con ruedas de velocidad a la obturación y de compensación a la exposición. Controles, en definitiva, hechos por fotógrafos para fotógrafos. Todo integrado en un cuerpo de magnesio y cuero para el regocijo de vuestras manos que, grandes, pequeñas, no pueden sino sentirse en perfecta armonía con aquello de que disponen.

A los que «atrás», en el futuro, les esperan los controles de Playstation, perdidos en menús diseñados por mandriles con cuerpos de perfecto plástico duro que no hacen sino reivindicar su privilegiada visión futurista.

A vosotros:

Disfrutad en toda su magnificencia del sonido real, no digitalizado, de un obturador al momento de captar un instante…

La eternidad comienza en el pasado.

Reflexionemos sobre el futuro de los visores

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En una época en que hay quien dice que ya la mitad de las fotos publicadas en Flickr han sido tiradas mediante smartphones, los visores réflex de toda la vida han ido reduciendo drásticamente su protagonismo en los sectores más basales y de más basto mercado, los telémetros quedan situados en algún punto entre el ostracismo y el lujo de marcas cuyos lemas rezan «discreción, precisión y -sobre todo- exclusividad»… parece que el Dios creacionista de la fotografía pretende terminar de forzar la extinción de los sistemas réflex para ir dando cabida a todo aquello carente de espejo, sin importar si le vale a todo el mundo, o sólo a las mayorías.

Así pues, y ante esta tesitura, nace una señorita rebelde llamada X100 que aporta una solución intermedia, siendo que realmente tiene pretensión por competir en un nicho del que, con su visor híbrido por bandera, amén de controles manuales, sensor y óptica, arrasa en ventas, en encanto, y en admiración respecto a convertirse en una especie de adalid a seguir frente a todo lo que parece la «misma cosa». En definitiva, con ella nace un estandarte icónico en el que muchos se preguntan si no sería posible proponer o idear un sistema parecido, que conserve su esencia, pero con el empleo de ópticas intercambiables.

No obstante, por otro lado, la otra cara de la moneda la protagoniza el primer fabricante de sensores del mundo: Sony, a diferencia de la -momentáneamente- infinitesimal propuesta ideada por Fuji, parece decidida a seguir con su camino establecido, no sólo NO desprendiéndose de las reminiscencias de lo moderno respecto a EVF’s y pantallas, sino haciéndonos predicar con visores electrónicos, ahora del tipo OLED, de más de 3 millones de píxeles con la esperanza, tras un sucesivo camino de evolución tecnológica, de que hagan engañar completamente al ojo humano de si lo que observamos es un visor óptico o no.

Las propuestas están encima de la mesa y mi opinión al respecto no la puedo tener menos clara acerca de lo que nos pueda deparar el futuro. Todos los consumidores tenemos una idea aproximada sobre lo que queremos, pero ¿qué idea hay acerca de lo que esperan ofrecernos?

Continua si entras aquíhttp://www.ojodigital.com/foro/camaras/376457-reflexionemos-sobre-el-futuro-de-los-visores.html

Momentos robados a la eternidad

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Quitando la escritura, donde se hace lo poco que se puede, la fotografía quizá sea la única actividad meridianamente “artística” (muchas comillas) que jamás he desarrollado. La fotografía es distinta. Otra cosa. Más aún desde que el formato digital hizo acto de aparición y se produjo la sinergia perfecta entre la informática y el arte de la instantáneas: muerte a los cuartos oscuros, vivan los lightroom! La fotografía digital, pese a que comparativamente aún queda relativamente lejos en ciertos aspectos del carrete fotoquímico, ha favorecido la posibilidad de hacer millones de fotos y tener un revelado simple sin necesidad de pagar carrete; sólo con mirar a la pantallita de marras es suficiente. Esto, que es un arma de doble filo, ha supuesto que hubiese un boom impresionante de newbies de la fotografía ávidos de sacar miles de fotos. El doble filo viene en el hecho de que si antes se trataba de un arte de profunda reflexión (medición, estudio de la luz, composición de la escena, consideración de los parámetros adecuados…) ahora, vale con apretar un botón y la cámara lo hace todo. Y si sale oscura, flash y a correr. O Raw, y ya lo miraré en casa sin necesidad de tener cuarto oscuro que valga.

Como en otras cosas, se ha perdido el romanticismo de lo que era una suerte de arte. Pero se ha ganado todo lo demás. Incluida la opción de tener la actitud de seguir considerándolo como tal, pese a que el carrete ya no venga incluido en la factura.

Y haciendo el esfuerzo de pensar en ello como un arte, una instantánea sugiere eternidad. La certeza de que el tiempo se fundió en el espacio dejando tras de sí algo más intenso que un recuerdo.

Pensad en ese álbum antiguo de vuestra infancia. Con vuestra familia, en esos lugares que sólo pisabais los veranos. Mirad vuestra cara cuando erais niños y los días eran eternos. Cuando el tiempo apenas transcurría.

Una fotografía puede ser un recuerdo exacto. Un acceso a un pasado no efímero. Algo que transmite sentimientos que también se traducen en olores, sonidos, sabores y sobre todo caricias.

Aquel sitio -tan lejos de casa- al que fuiste, aquella historia de amor repleta de atardeceres, aquella victoria en forma de graduación, aquel momento -sencillamente- irrepetible, aquella imagen imposible de ser percibida pero que tú lograste plasmar en una instantánea, el brillo de esa mirada que ya no sale con los ojos rojos, la sonrisa no forzada, el desenfoque de un retrato, dos miradas que alguien roba a traición.

La magia de una fotografía. Momentos robados a la eternidad.