Sentir antes que Pensar

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Esa mañana se topó con algo que es posible que significase menos de lo que él pensaba. No lo supo en aquel momento. Aún si fuese así, le volvió a recordar a esa mujer.

Una alberca con agua requería de cierta manutención: estaba repleta de hormigas. Hormigas con alas, que aún luchaban por sobrevivir de lo que la madrugada pasada fue una gran tempestad para un animal tan pequeño.

Había muchas, pero sólo captó su atención una de ellas.

Una que, siendo de las más pequeñas, se había quedado completamente aislada en un pequeño recipiente de cerámica. Luchaba por no ahogarse. Tenía las alas mojadas; probablemente rotas. Pero ella quería volver a volar.

No creyó, el fotógrafo, que sus ansias por volver a extender las alas fuese debida al deseo de querer ir a un lugar determinado y concreto. Viendo su perseverancia, no pensaba que la hormiga se preguntara si, probablemente, ya no le servirían. De hecho, estaba convencido de que aquel animal sólo se movía por instinto.

Quería salvarse porque así debía ser. Tratar de salir volando por la sencilla razón de que ella sí puede hacerlo. 

No pensó a donde ir, pero ese sentimiento la salvó. Le valió con ello para ser una pequeña hormiga que, aún siendo individual y más pequeña que la mayoría, se convirtiera en un ser completo por sí mismo.

*

una

dos

tres

cuatro

cinco

seis

siete

*

Al fotógrafo le hubiese gustado tirar un último fotograma: La pequeña hormiga desplegando sus alas, a punto de salir a volar.

Pero no tuvo tanta paciencia…

Ésa, la paciencia, la dedicaría a esperar a que el día menos pensado la mujer le contara qué se siente.

2 comentarios el “Sentir antes que Pensar

  1. Azo dice:

    Preciosas fotos!

  2. Armand L. dice:

    Gracias Azo, eres un encanto! =D

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