Las Puertas

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Tenía unos 12 ó 14 años cuando un buen día me desperté sobresaltado. Resulta que me había quedado dormido y llegaba tarde para ir a algún lugar del que ahora no preciso en acordarme. Así que «vamos al lío», pensé; me desperecé y fui directo a la calle. Por el camino me encontré con mi hermano, que estaba en la cocina y me miraba como extrañado. ¿Y por qué coño me mira así este tío? -pensé- bah, yo iba con prisa. Abro la puerta y me marcho.

Pero las prisas nunca vienen bien en alguien eminentemente despistado: había olvidado las llaves en la cocina. Tenía que regresar.

Cuando mi hermano abrió la puerta, aprecié que lo que al principio parecía de soslayo una expresión de extrañeza, más bien era una cara absolutamente desencajada. Atónita, mientras me observaba. Obviamente, aunque contrariado, yo ya había perdido demasiado tiempo: fui a por lo que había olvidado, directo a la cocina, que ahora tenía la puerta cerrada. Es una especie de puerta corredera la que había en aquella casa. Pero de algún modo, y por las prisas y toda la extraña situación con mi hermano, simplemente lo olvidé. Empujé una puerta corredera y, bueno… hay cosas que sólo funcionan de una manera. Destrocé la puerta.

La situación, hasta ese momento, no podía ser más extraña, en general. Pero hubo una vuelta de tuerca. Y es que fue precisamente en ese mismo momento, al romper la puerta, cuando sentí que algo se salía especialmente de lo normal en todo lo que iba pasando. Me di cuenta que, en realidad, de alguna manera que no sé explicar, no llegaba tarde a ningún sitio. Que debía dejar las cosas como estaban e irme de inmediato a dormir.

Y sumido en esos extraños pensamientos, y ante la mirada estupefacta de mi hermano, me desperté en mi propia cama. Estaba aliviado, pues todo había sido un sueño. Uno más bien raro y extrañamente cristalino, pues recordaba claramente todos los detalles del mismo.

Ya no llegaba tarde. Ya no olvidaba nada. El paso siguiente era irme a la cocina, como cada día, a desayunar.

Pero fue entonces cuando me encontré con algo que había vivido hace muy poco tiempo: La puerta, aquella corredera de la vieja casa de mis padres, por decirlo de algún modo, había pasado a mejor vida.